Yo amo la Biblia. La amo, no solamente por ser el medio escrito por el cual Dios se ha revelado a la humanidad, sino porque verdaderamente es lo que reclama ser. En Salmos 19:8, la Palabra de Dios declara ser una luz “que alumbra los ojos.” Entre otras cosas, la Biblia nos ayuda a discernir desde una perspectiva divina todo lo que acontece a nuestro alrededor. Recientemente, salió a la luz una entrevista que el periodista de Univisión, Jorge Ramos, le hizo a Nicolás Maduro desde el Palacio de Miraflores. En un momento durante la entrevista, el señor Maduro afirmó lo siguiente: “Yo soy un hombre apegado a valores espirituales; a valores legales,” a lo que Jorge Ramos le respondió, “Usted dice que es cristiano.” Nicolás Maduro asintió y declaró ser un cristiano “profundo, practicante, diario. Un cristiano de oración.” Esta interacción me motivó a hacerme la siguiente pregunta: “a la luz de lo que la Palabra de Dios nos enseña, ¿cómo luce la vida de un cristiano profundo, practicante, diario y de oración?” Lo que sigue es un resumen de mis hallazgos.
Fe y Confesión (1 Jn. 2:23; 4:15-16; 5:1-4, 10-13)
En primer lugar, todo aquel que es una nueva criatura en Cristo Jesús no solamente cree que Él es el Hijo de Dios, sino que lo confiesa públicamente como su Señor y suficiente Salvador. En Romanos 10:9 el apóstol Pablo escribe “que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.” El cristiano verdadero ha removido su confianza de sí mismo y la ha colocado en Jesús. Además, esta fe en Jesucristo va madurando hasta desarrollarse y cimentarse en una cristología enteramente bíblica (1 Jn. 4:1-6).
Sellado y habitado por el Espíritu Santo (1 Jn. 3:24; 4:13)
En segundo lugar, todo aquel que verdaderamente ha creído en el Hijo de Dios ha sido “sellado con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria” (Ef. 1:13-14). Su cuerpo es ahora templo del Espíritu de Dios (1 Co. 6:19; 2 Co. 6:16-18). “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios” (Ro. 8:16). Por tanto, “si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él” (Ro. 8:9b).
Anda en la luz (1 Jn. 1:5-7)
En tercer lugar, todo aquel que es habitado por el Espíritu de Dios anda en la luz. “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios” (Ro. 8:14). Por cuanto se han arrepentido de sus pecados, los verdaderos hijos de Dios ya no participan en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien las reprenden (Ef. 5:11). Aunque antes andaban en ellas, por cuanto han nacido de nuevo, han “sido lavados, ya [han] sido santificados, ya [han] sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios” (1 Co. 6:11).
Aborrece al mundo (1 Jn. 2:15-17)
En cuarto lugar, todo aquel que anda en la luz aborrece las cosas del mundo, “porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo” (1 Jn. 2:16). Ya que ha sido iluminado con la verdad, sus afectos han cambiado, sus valores han sido reorganizados y ubicados en el lugar que les corresponde. Por tanto, el cristiano verdadero entiende que la amistad del mundo es enemistad contra Dios. “Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios” (Stg. 4:4). De manera que las cosas que antes le causaban placer cuando andaba en tinieblas, ahora le resultan vergonzosas (Ef. 5:12).
No practica el pecado, sino que practica la justicia (1 Jn. 2:29; 3:7-9; 5:18)
En quinto lugar, todo aquel que aborrece las cosas del mundo no practica el pecado, sino que hace justicia. ¿Quiere decir esto que los cristianos verdaderos ya no pecan? En ninguna manera. La palabra clave es “practicar.” En otras palabras, el que hace del pecado su práctica habitual demuestra con sus pensamientos, palabras y acciones que aún no ha nacido de nuevo. “Porque si pecaremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios” (Heb. 10:26-27). Por tanto, los cristianos verdaderos se caracterizan por la justicia. Porque la fe sin obras es muerta (Stg. 2:14-26).
Guarda sus mandamientos (1 Jn. 2:3-5)
En sexto lugar, todo aquel que practica la justicia guarda los mandamientos de Dios. “En esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos” (1 Jn. 2:3). Además, guardar los mandamientos de Dios no resulta ser una carga para el cristiano genuino. “Pues este es el amor de Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos” (1 Jn. 5:3). Su amor por Dios lo mueve a querer agradarle y hacer su voluntad en todo. Por tanto, puede decir juntamente con el salmista, “¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es mi meditación.” (Sal. 119:97).
Ama a Dios y a su prójimo (1 Jn. 2:9-11; 3:14-18; 4:7-21)
Por último, todo aquel que guarda sus mandamientos guardará los dos mandamientos principales: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (Mt. 22:37-40). Si amamos a Dios, también amaremos a quienes han sido creados a su imagen, conforme a su semejanza. Este es un amor diferente al que el mundo ofrece (Mt. 5:43-47). Es una calidad de amor que refleja el amor con el que hemos sido amados por Dios. Así que, todo verdadero cristiano es caracterizado por el amor.
En la entrevista que Camilo Egaña le hizo a Jorge Ramos con relación a su experiencia en el Palacio de Miraflores, el periodista de CNN citó a Hugo Armando Carvajal Ramos, quien fuera cabeza de inteligencia militar en Venezuela, como acusando a Nicolás Maduro de sostener creencias sincretistas y espiritistas (ninguna de ellas refleja un marco teológico cristiano). Yo no sé si estas declaraciones sean ciertas o no. Lo que si sé es lo que la Biblia enseña con respecto a lo que verdaderamente autentica las declaraciones que los seres humanos hacemos con nuestros labios. Por tanto, espero que este artículo te sirva como una herramienta que te ayude a discernir las declaraciones de cualquier persona que reclame ser un “cristiano profundo, practicante, diario y de oración.”
Es mi oración que este recurso estimule tus afectos por la Palabra de Dios, sea de edificación para tu alma, te ancle en el conocimiento de la verdad y redunde en tu crecimiento espiritual. Hasta la próxima.
En Cristo,
Winston Williams
Iglesia Biblica Vida Real.
Pembroke Pines, Florida
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