Muchas personas alrededor del mundo elevan sus oraciones a la virgen María, invocan su protección sobre sus seres queridos, la veneran como la “Madre” de Dios y la tienen como mediadora entre Dios y los hombres. Pero, ¿son estas acciones consistentes con la Palabra de Dios? ¿Deberíamos postrarnos ante María y atribuirle un estatus de deidad? Veamos.
MARIA EN LOS EVANGELIOS
Los evangelios de Mateo y Lucas son los únicos que narran los acontecimientos relacionados al nacimiento de Jesús (Mt. 1:18-2:12; Lc. 1:26-38, 2:1-39). En ambas narrativas, en ninguna parte los evangelistas mencionan que María tuviese un origen divino. Al contrario, ambos de sus padres fueron completamente humanos. Esto hace que ella tenga una naturaleza humana común y corriente. Lo que si mencionan los evangelios es que ella fue la virgen de quien había profetizado Isaías que el Señor utilizaría en su encarnación (Is. 7:14). De hecho, cuando el ángel Gabriel se le aparece a María, en ningún momento la adora, ni ella asume ser más que una simple sierva del Señor: “Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de su presencia” (Lc. 1:38). A diferencia de Jesucristo –quien tuvo un origen divino, por cuanto fue engendrado por el Espíritu Santo, y en repetidas ocasiones afirmó su deidad– el origen de María fue humano y en todo momento ocupó un lugar de servicio ante Dios. En los evangelios siempre vemos a María siendo asociada con Jesús y no a Jesús con María. Inclusive, el evangelio de Juan ni siquiera menciona a María por su nombre.
MARIA EN EL RESTO DEL NUEVO TESTAMENTO
Es interesante que a María no se le menciona en ninguna parte desde Hechos hasta Apocalipsis. Por tanto, es difícil evitar preguntarse, ¿si Dios quisiera que oráramos a María, invocáramos su protección, la veneráramos como “Su Madre” y la tuviéramos como mediadora entre Él y nosotros, no habría incluido una cantidad considerable en las epístolas que nos permitiera establecer una doctrina elaborada de la persona y ministerio de María? En las páginas del Nuevo Testamento podemos obtener una doctrina compacta acerca del Dios Trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo. ¿Por qué no podemos hacer lo mismo con María? Porque su función quedó cumplida en los primeros capítulos de los evangelios. Al igual que todos los creyentes del primer siglo d.C., después de que María murió, su ministerio aquí en la tierra culmino. El lugar de María en la doctrina bíblica se ubica en la “doctrina del hombre.”
Jesús dijo: “Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré” (Jn. 14:13-14). En ningún momento nos animó a pedir en el nombre de María. El apóstol Pablo le declara a Timoteo: “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1 Ti. 2:5). En ningún lugar del Nuevo Testamento encontramos que María colabore con Jesús en esta función. A los Corintios Pablo les pregunta: “¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo?” (1 Co. 1:13). De igual manera podríamos preguntarnos: ¿Fue crucificada María por nosotros? ¿O fuimos bautizados en el nombre de María? Si este no es el caso, ¿por qué entonces le hacemos atribuciones que solamente le pertenecen a Cristo?
El evangelio de Juan comienza con la siguiente afirmación: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios” (Jn. 1:1). En ningún momento Juan dice esto con respecto a María. Jesús le declaró a un grupo de judíos escépticos: “De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy” (Jn. 8:58). María nació miles de años después de Abraham. En su oración sacerdotal, Jesús pide: “Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese (Jn. 17:5). Antes que el mundo fuese María no existía. Entonces, ¿cómo puede ser la “Madre” de Dios? Jesús es el Creador y María es simplemente parte de Su creación. En Canaa de Galilea, cuando el vino se acabó, María tuvo que acudir a Jesús por ayuda (Jn. 2:1-12). Si María mostró impotencia y dependencia en aquel momento, ¿qué nos hace pensar que pueda socorrernos hoy en día? Es importante entender que María, en su naturaleza, al igual que los apóstoles, es un ser humano común y corriente, como cualquier otro.
EL LUGAR SINGULAR DE MARIA EN LA HISTORIA
El objetivo de este artículo no ha sido restarle merito a María, sino analizar su persona a la luz de las Escrituras. De hecho que María ocupa un lugar singular en la historia de la redención. Por esa razón, cuando el ángel se le apareció para anunciarle el nacimiento de Jesús, se dirige a ella de la siguiente manera: “¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tu entre las mujeres” (Lc. 1:28). En los versículos que siguen se le explica a María por que debía considerarse favorecida y bendecida. ¿Te imaginas el honor de ser escogida por Dios para tal labor? Pero como en cada caso en el que el Señor selecciona a una persona para un deber en particular, Su elección no está basada en los méritos propios de la persona. Por eso el ángel le recuerda a María: “María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios” (Lc. 1:30). Su elección fue por gracia. Fue un regalo inmerecido de parte de nuestro gran Dios. Por eso, y solamente por eso, ella debía sentirse llena de favor y bendición. Al cumplir con su misión, su contribución a la historia de la redención habría culminado. Por estas y muchas razones más, nuestra devoción exclusiva es al único Dios verdadero.
Es mi oración que este recurso estimule tus afectos por la Palabra de Dios, sea de edificación para tu alma, te ancle en el conocimiento de la verdad y redunde en tu crecimiento espiritual. Hasta el próximo miércoles.
En Cristo,
Winston Williams
Iglesia Biblica Vida Real.
Pembroke Pines, Florida
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