En los primeros tres capítulos de su carta a los Romanos Pablo se propone “que todo el mundo quede bajo el juicio de Dios” (Ro. 3:19). La razón principal por la que todos están bajo el justo juicio de Dios es por su dureza y corazón no arrepentido (Ro. 2:5). Independientemente del linaje de un hombre o de una mujer, su posición ante Dios es la misma. Observemos a continuación cómo el apóstol Pablo lo explica.
La Culpabilidad de los Gentiles
En las Escrituras, el término “gentil” es utilizado para designar a todas las personas que no son descendientes directos de Abraham. En algunas porciones del Nuevo Testamento, las palabras “gentil” y “griego” se utilizan intercambiablemente (Ro. 1:16; 2:10). En el capítulo 1 de Romanos, Pablo explica que los gentiles se encuentran en un estado de culpabilidad ante Dios. El hecho de que no sean los recipientes principales de la revelación especial de Dios, entiéndase las Escrituras hebreas, o que no sean parte del pueblo escogido de Dios, es decir, Israel, eso no los hace menos culpables. De hecho, el apóstol Pablo escribe lo siguiente: “lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa” (Ro. 1:19-20). Aunque la revelación natural de Dios es parcial, los gentiles quedan condenados por rechazarla. William MacDonald, en su comentario bíblico, escribe: “las personas no son condenadas por rechazar a un Salvador del que jamás han oído, sino por ser infieles a lo que podrían saber de Dios.” [1] El resultado de su rechazo abierto de Dios es la inmundicia (Ro. 1:24), pasiones vergonzosas (Ro. 1:26) y una mente reprobada (Ro. 1:28).
La Culpabilidad de los Judíos
A diferencia de los gentiles, los judíos no han rechazado abiertamente a Dios. Al menos, practican una religión que reclama adorar al Dios verdadero. ¿Están por ello libres de culpa? La respuesta del apóstol Pablo es directa y concisa: en ninguna manera. En primer lugar, los judíos no pueden cumplir a cabalidad las demandas de la ley en la que dicen creer (Ro. 2:17-24). Ese simple hecho hace de que no estén en una mejor posición que los gentiles. Al contrario, su “circuncisión viene a ser incircuncisión” (Ro. 2:25). Por tanto, Pablo concluye, “¿Qué, pues? ¿Somos nosotros mejores que ellos? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado. Como está escrito: No hay justo, ni aun uno” (Ro. 3:9-10). De manera que por la condición de pecado y la culpabilidad ante Dios en la que todo ser humano nace, sin importar su etnicidad, todos “están destituidos de la gloria de Dios” (Ro. 3:23).
Con el favor del Senor, la próxima semana veremos cómo el hombre, estando en esta condición, no puede declararse justo a si mismo.
[1] MacDonald, William. Comentario Biblico de William MacDonald (Barcelona: Editorial CLIE, 2004), 755.
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